Como cada año desde 1979, el 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación, una fecha que pretende conmemorar la importancia de la alimentación en el mundo y concienciar sobre la pobreza, lacra presente aún en muchos países.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) designó ese día porque fue el 16 de octubre de 1945 cuando este organismo vio la luz al amparo de la Organización de las Naciones Unidas. Desde su nacimiento lucha para acabar con la falta de recursos de los menos favorecidos y la consiguiente desnutrición, así como para concienciar sobre la importancia de llevar a cabo una alimentación sostenible.
Este año, el Día Mundial de la Alimentación, bajo el lema «Protección social y agricultura para romper el ciclo de la pobreza rural», estará dedicado a la agricultura sostenible. Ya no vale luchar contra la pobreza y la desnutrición con envíos de alimentos a los países subdesarrollados. No sirve de nada entregar alimentos a estas poblaciones si no las dotamos también de medios que les permitan cultivar y desarrollarse como comunidades autosuficientes. Y es ahí donde la sostenibilidad juega un papel fundamental: usar los recursos naturales de manera coherente, mejorar los medios de recolección, almacenamiento y transporte de los alimentos, y dotar de sistemas legales a los pequeños agricultores son quizá las tareas más importantes para definir la política contra el hambre que desde la FAO se está desarrollando.
Ligado a la alimentación está el clima, que incide sobremanera en la producción de estos recursos. La agricultura también es responsable del cambio climático que se está produciendo. La emisión de gases de efecto invernadero y el impacto negativo que tiene la sobreexplotación de los recursos naturales son igualmente determinantes para la seguridad alimentaria de la población mundial.
Este mismo argumento fue el tema central del ICD Granada 2016, que tuvo lugar los días 7, 8, 9 y 10 del pasado mes de septiembre en la ciudad de la Alhambra; un congreso que hacía un llamamiento sobre el papel de los dietistas y nutricionistas a la hora concienciar a la población a cambiar la alimentación hacia una dieta sana y sostenible.
¿Cómo seguir una alimentación sostenible?
LA FAO ha evidenciado el papel que juegan las ganaderías en la emisión de gases de efecto invernadero. Por ello, la base de una dieta sostenible pasa, ineludiblemente, por reducir el consumo de carnes y productos de origen animal y aumentar aquellos de procedencia vegetal.
La sobreexplotación de los recursos es un problema cada vez más importante. De ahí que se se recomiende que solo se adquieran productos de temporada. Y si son de nuestra región, mejor. Además de que nos costarán menos, su consumo servirá para promover el desarrollo de la agricultura local.
La planificación de la lista de la compra es otro elemento igual de destacado en una alimentación sostenible. Organizar la comida de la semana antes de ir a la compra y hacer una lista solo con aquello que necesitamos contribuirá a que compremos solo lo necesario, sin malgastar productos que, si no los consumimos, acabarán en el cubo de la basura. De hecho, la FAO indica que más de un tercio de los alimentos que adquirimos se pierde o desperdicia. Combatir la pobreza y la desnutrición también implica, por tanto, comprar de manera responsable.
Para evitar que los productos perecederos se echen a perder podemos congelar y aprovechar mejor los alimentos. La gran mayoría de las verduras se pueden congelar, al igual que la comida ya preparada, que podemos almacenar en el congelador para otra ocasión.
La alimentación sostenible es la mejor manera de cuidar nuestro planeta y de que los alimentos lleguen a todos. Por eso, desde 2011 la FAO y PNUMA están desarrollando el Programa de sistemas alimentarios sostenibles (PSAS), proyecto que proporciona asesoramiento y apoyo a los países para el desarrollo de una economía sostenible.