A día de hoy, la intolerancia al gluten es la enfermedad gastrointestinal más habitual. Y si no, que se lo pregunten a cualquier madre. Seguro que conoce a algún amigo de su hijo que es celiaco.
Como cualquier intolerancia alimentaria, ser celiaco desmonta de manera importante el sistema de alimentación tradicional, no tanto por los productos que consumimos sino por cómo lo hacemos, por lo que hay que adoptar una nueva rutina en la que no estén presentes una serie de ingredientes que, dependiendo del tipo de celiaquía, pueden causar más o menos problemas en la persona que padece este trastorno autoinmune y en la que se vigile de manera minuciosa el proceso de elaboración de alimentos.
Vayamos por partes.
Si le han diagnosticado celiaquía a un familiar, habrá que eliminar de nuestra cesta de la compra todos aquellos alimentos que contengan gluten entre sus ingredientes. Da igual si su reacción alérgica es suave, y no pasa de una ligera indisposición gástrica, o es severa y muestra, además reacciones en la piel y en otras zonas del cuerpo que ponen en riesgo su propia vida. No se trata de cambiar toda la alimentación, pero sí de adquirir ingredientes y alimentos que no contengan gluten. Por tanto, podemos comprar sin miedo productos como leche, queso, huevos, yogures, mantequilla, jamón serrano, azúcar, pescados y carnes, legumbres, frutas, verduras… En cambio, hay que evitar otros, como la pasta, el pan, las galletas, los productos de bollería, los helados, etc. Y si adquirimos un alimento precocinado o procesado, habrá que prestar atención a la etiqueta.
Esos alimentos se sustituyen por otros productos que no contengan gluten, lo cual, para desgracia de muchas familias, supone un incremento considerable en la cesta de la compra, pues estos alimentos suelen tener un precio bastante más elevado de los que sí contienen esta proteína entre sus ingredientes.
Pero, además, hay que prestar atención de manera especial al cocinado de alimentos, puesto que la contaminación es otro riesgo al que están expuestos los celiacos y que muchas veces pasamos por alto. ¿Qué queremos decir con esto? Que si estamos preparando un alimento especial para una persona con intolerancia al gluten no podemos emplear los mismos utensilios que usamos para cocinar nuestra comida. En el caso de los cucharones, las cucharas para remover los platos y demás, además de estar limpios y emplearse únicamente para preparar los alimentos de la persona con intolerancia, no deben ser de madera, puesto que, como material poroso que es, pueden tener adheridos restos que podrían contaminar los platos del familiar con celiaquía. Así que es preferible optar por otros utensilios elaborados en metal o silicona, por ejemplo, que puedan limpiarse con facilidad.
Y no solo los utensilios de cocina deben separarse durante la elaboración. Tampoco hay que emplear el mismo tipo de aceite, por ejemplo. Además, si la reacción del familiar es severa, será necesario incluso que el lugar de elaboración de los platos sea diferente para que no haya riesgo de salpicaduras.
En definitiva, no solo hay que sacar de nuestra cesta de la compra algunos alimentos y sustituirlos por otros, sino que hay que adoptar una nueva rutina que evite a toda costa cualquier riesgo de contaminación durante el procesamiento de los alimentos.